Una entrada tardía, Alejandro.
Una entrada tardía, Alejandro.
Debía una entrada, de febrero, esa de la exposición de
trabajos de grado, a la cuál si fui, pero en realidad no estuve allí.
Llegué un poco tarde, pero aún no había comenzado la
conferencia, me senté solo en la parte de atrás, me quedé mirando a una
profesora, ella me miró y me guiñó el ojo, me puso nervioso, miré a otro lado y
me distraje. A los cinco minutos vi llegar a Alejandro, mi mejor amigo, hace
dos semanas no lo veía, me puse feliz, quité mi bolso de la silla de al lado
para que se sentara, y así fue. Desde ese momento, solamente con la mirada, sabíamos
que no íbamos a prestar atención a las exposiciones y comenzamos a hablar, en
voz baja, por supuesto.
Alejandro, el ser más egocéntrico que he conocido en mi vida
y sin duda, una de las mejores personas que he conocido en mi vida. Él, es
quién ha estado a mí lado durante los últimos tres años de vida, y juntos hemos
aprendido a perdonar, a ver la vida diferente, a tener amor propio, a
solucionar problemas y una infinidad de cosas esenciales
para tener un estado mental tranquilo y de paz, de paz con nosotros mismos y
con las personas de nuestro alrededor.
Fue un tema de conversación principal aquel día, una experiencia que él está viviendo y lo más
seguro es que en poco tiempo a mí también me tocará: Enseñar. Está enseñando inglés
en un colegio privado, trabaja ocho horas diarias, sexto, séptimo, octavo,
noveno y décimo. Un pelado de 20 años ya metido en todo ese cuento. Lo admiro. Las niñas del colegio ¡cosa seria! Él me cuenta que no hay
día en el que no le echen piropos, que no le digan lo lindo que es y que no
traten de acercársele para hablarle de
cualquier cosa. Ha sido tema de discusión y nos pone inquietos esa situación. Hemos
entendido que la tentación siempre está y evitarla es difícil. Una niña de 17
años, alta, senos y caderas grandes, rostro bonito, diciéndole a un profesor de
veinte años en su primer mes de experiencia laboral en un colegio: “Profe,
estoy sola en la casa y me da mucho miedo estar sola, ¿usted no me podría acompañar un ratico?”. Gracias a Dios,
él ha dicho que no, pero sale de trabajar y le toca ir a comerse una “perrita” del barrio para calmar las ganas
y la tentación que le producen las estudiantes.
Alejandro, es la única persona de mi círculo social que mi
novia no quiere, lo detesta. Aunque el sentimiento entre ellos dos es mutuo; me
causa gracia. A los dos los entiendo, ¿qué novia va a querer a un amigo del
novio que todos los fines de semana lo invita a salir con “perritas”? y ¿qué amigo
va a querer a la novia del amigo que le
está “quitando” su amigo porque ya no puede salir de jueves a domingo con él (y
“perritas”)? En cinco meses, hemos salido cinco veces (mi novia, Alejandro, y
una amigas de Alejandro (ha salido con varias). Tres de las cinco veces fueron
un desastre, una vez mi novia se fue sola del lugar dónde estábamos porque no
lo soportó más, esa noche, Alejandro me dice que la recordará como una de las
mejores fiestas que nos hemos metido. Pero han ido mejorando, las últimas dos
veces se han tolerado un poco más, aunque sé que ambos son un poco hipócritas al
tratar con el otro.
Alejandro, un ser
excepcional, este escrito fue dedicado a él, queda demasiado corto para todo lo
que hay por decir, pero simplemente le agradezco por ser mi mejor amigo.
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